PRIMERA HORA
miércoles, 5 de febrero de 2003
Otra sombra arropa el programa espacial de los Estados Unidos. Primero
fue el Apolo 1, que se quemó en tierra firme durante una prueba de rutina matando
a sus tres tripulantes. Luego fue el Apolo 13, el cual no produjo fatalidades,
pero sí le alzó la presión a muchos. Posteriormente el Challenger cobró siete
vidas durante un despegue y ahora el Columbia cobra otras siete vidas, esta vez
durante su regreso a la Tierra. Todo esto nos hace abrir los ojos y darnos
cuenta de lo lejos que aún está la humanidad del añorado sueño de conquistar el
espacio.
Muchas teorías han surgido sobre lo que pudo provocar la desintegración
del Columbia el sábado por la mañana. La más fuerte es que durante el despeque
de la nave un canto de "foam" aislante se desprendió del tanque
central, del cual el transbordador se agarra durante el despegue, e impactó el
ala izquierda de la nave provocando daños a las placas que protegen el vehículo
del intenso calor y la fricción que se produce durante el reingreso a la
atmósfera. De acuerdo a la información publicada por la prensa, la NASA supo de
esta avería desde el segundo día y aún así procedió con el proceso de regreso
del Columbia porque, luego de analizar toda la información que tenían hasta ese
momento, determinaron que el daño no representaba peligro para el reingreso de
la nave a la atmósfera terrestre. ¿O será que sabían del peligro, pero no había
nada que pudieran hacer? ¿Descuido? ¿Negligencia?
Vamos a separar la ciencia ficción de la realidad y consideremos por un
momento lo siguiente: Si la NASA hubiera sabido que el daño en el ala izquierda
representaba peligro para la misión, ¿qué hubieran podido hacer para
remediarlo? Lo primero que le viene a la mente a uno es mandar a los
astronautas a realizar una caminata espacial y revisar el ala de la nave para
constatar su estado, pero en la primera conferencia de prensa ofrecida por la
NASA el domingo, un periodista preguntó ¿por qué los astronautas no salieron de
la nave en el espacio a revisar, y en caso de que fuera necesario, reparar los
daños? A lo que el señor Ron Dittermore, director del programa de
transbordadores espaciales de la NASA, contestó que en este momento no están
preparados para que un astronauta abandone la nave más allá de los confines del
área de carga (el astronauta hubiera tenido que desplazarse hasta la parte de
abajo de la nave) y tampoco están habilitados para realizar reparaciones de la
nave en el espacio.
La segunda fantástica idea que le surge a cualquiera es mantener al
Columbia en el espacio y mandar una misión de rescate para asegurar la vida de
los astronautas y de paso ver si la nave era salvable. ¿Obvio verdad? ¡Se cae
de la mata! Como si la NASA tuviera los transbordadores alineados esperando a
ser lanzados en cualquier momento. La NASA no es un aeropuerto.
La realidad es que no es tan fácil como parece, pues para cada misión
que despega se requieren meses de entrenamiento y planificación, al igual que
preparar la nave de turno para las características específicas de la misión.
¿Cuál es el problema con esto? El Columbia puede permanecer en el espacio hasta
que la misión esté lista para salir. ¿Ya se le olvidó que las personas
necesitan oxígeno, comida y agua para vivir? De acuerdo con Dittermore, la
tripulación tenía víveres y oxígeno para mantenerse en el espacio por una
semana más. ¿Qué iban a hacer el resto del tiempo, aguantar la respiración?
La imaginación puede traicionarnos a veces, pues lo que nos suena
lógico y obvio, no siempre se puede alcanzar. Los mágicos avances de la
tecnología nos han hecho olvidar que todavía existen barreras que tenemos que
aprender a sobrepasar y la conquista del espacio está llena de estas barreras.
El propósito de la NASA es, precisamente, descubrir misión a misión cómo
sobrepasar esos obstáculos de la forma más segura, viable y económica posible y
esto muchas veces lleva a la improvisación y a rezar por que todo salga bien en
cada expedición. Cuando uno ve que esta idea funcionó hoy, que la otra funcionó
ayer, y la otra fue perfecta antes de ayer, se nos olvida que siempre hay un
riesgo.
Así nos convencemos que el resto del camino va a ser igual de mágico.
Por eso es que de vez en cuando ocurren incidentes como el del sábado en el que
la ciencia ficción y la realidad chocan para recordarnos que no somos
infalibles, para obligarnos a detenernos por un momento, mirar hacia atrás,
analizar los éxitos y errores del pasado y sentar las bases para nuevas ideas,
nuevos retos y nuevas visiones.
El espacio siempre va a estar ahí, esperando a
que estemos listos para conquistarlo.
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