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lunes, 5 de agosto de 2013

Chocan la ciencia ficción y la realidad

PRIMERA HORA

miércoles, 5 de febrero de 2003



Otra sombra arropa el programa espacial de los Estados Unidos. Primero fue el Apolo 1, que se quemó en tierra firme durante una prueba de rutina matando a sus tres tripulantes. Luego fue el Apolo 13, el cual no produjo fatalidades, pero sí le alzó la presión a muchos. Posteriormente el Challenger cobró siete vidas durante un despegue y ahora el Columbia cobra otras siete vidas, esta vez durante su regreso a la Tierra. Todo esto nos hace abrir los ojos y darnos cuenta de lo lejos que aún está la humanidad del añorado sueño de conquistar el espacio.

Muchas teorías han surgido sobre lo que pudo provocar la desintegración del Columbia el sábado por la mañana. La más fuerte es que durante el despeque de la nave un canto de "foam" aislante se desprendió del tanque central, del cual el transbordador se agarra durante el despegue, e impactó el ala izquierda de la nave provocando daños a las placas que protegen el vehículo del intenso calor y la fricción que se produce durante el reingreso a la atmósfera. De acuerdo a la información publicada por la prensa, la NASA supo de esta avería desde el segundo día y aún así procedió con el proceso de regreso del Columbia porque, luego de analizar toda la información que tenían hasta ese momento, determinaron que el daño no representaba peligro para el reingreso de la nave a la atmósfera terrestre. ¿O será que sabían del peligro, pero no había nada que pudieran hacer? ¿Descuido? ¿Negligencia?

Vamos a separar la ciencia ficción de la realidad y consideremos por un momento lo siguiente: Si la NASA hubiera sabido que el daño en el ala izquierda representaba peligro para la misión, ¿qué hubieran podido hacer para remediarlo? Lo primero que le viene a la mente a uno es mandar a los astronautas a realizar una caminata espacial y revisar el ala de la nave para constatar su estado, pero en la primera conferencia de prensa ofrecida por la NASA el domingo, un periodista preguntó ¿por qué los astronautas no salieron de la nave en el espacio a revisar, y en caso de que fuera necesario, reparar los daños? A lo que el señor Ron Dittermore, director del programa de transbordadores espaciales de la NASA, contestó que en este momento no están preparados para que un astronauta abandone la nave más allá de los confines del área de carga (el astronauta hubiera tenido que desplazarse hasta la parte de abajo de la nave) y tampoco están habilitados para realizar reparaciones de la nave en el espacio.

La segunda fantástica idea que le surge a cualquiera es mantener al Columbia en el espacio y mandar una misión de rescate para asegurar la vida de los astronautas y de paso ver si la nave era salvable. ¿Obvio verdad? ¡Se cae de la mata! Como si la NASA tuviera los transbordadores alineados esperando a ser lanzados en cualquier momento. La NASA no es un aeropuerto.

La realidad es que no es tan fácil como parece, pues para cada misión que despega se requieren meses de entrenamiento y planificación, al igual que preparar la nave de turno para las características específicas de la misión. ¿Cuál es el problema con esto? El Columbia puede permanecer en el espacio hasta que la misión esté lista para salir. ¿Ya se le olvidó que las personas necesitan oxígeno, comida y agua para vivir? De acuerdo con Dittermore, la tripulación tenía víveres y oxígeno para mantenerse en el espacio por una semana más. ¿Qué iban a hacer el resto del tiempo, aguantar la respiración?

La imaginación puede traicionarnos a veces, pues lo que nos suena lógico y obvio, no siempre se puede alcanzar. Los mágicos avances de la tecnología nos han hecho olvidar que todavía existen barreras que tenemos que aprender a sobrepasar y la conquista del espacio está llena de estas barreras. El propósito de la NASA es, precisamente, descubrir misión a misión cómo sobrepasar esos obstáculos de la forma más segura, viable y económica posible y esto muchas veces lleva a la improvisación y a rezar por que todo salga bien en cada expedición. Cuando uno ve que esta idea funcionó hoy, que la otra funcionó ayer, y la otra fue perfecta antes de ayer, se nos olvida que siempre hay un riesgo.

Así nos convencemos que el resto del camino va a ser igual de mágico. Por eso es que de vez en cuando ocurren incidentes como el del sábado en el que la ciencia ficción y la realidad chocan para recordarnos que no somos infalibles, para obligarnos a detenernos por un momento, mirar hacia atrás, analizar los éxitos y errores del pasado y sentar las bases para nuevas ideas, nuevos retos y nuevas visiones. 

El espacio siempre va a estar ahí, esperando a que estemos listos para conquistarlo.

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