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lunes, 5 de agosto de 2013

La juventud está perdida

1 de septiembre de 2003

Hace un par de semanas fui impactado por un vídeo que transmitió un programa de televisión que presentaba un asesinato, grabado por la cámara de seguridad de una cafetería, en vivo, a todo color y sonido.

Una pareja comía de lo más tranquila en una esquina de una cafetería cuando un individuo se acercó por el pasillo central. De repente, el muchacho que comía se levanta, se acerca al inviduo que se aproxima, saca una pistola y PAN PAN PAN PAN PAN PAN le vacía la pistola en el cuerpo, el cual se desplomó instantáneamente.

Si esos segundos ya me tenían “estutefacto”, el ver que el asesino se metió la pistola en el pantalón y salió caminando, sin ninguna prisa, ni remordimiento por la atrocidad que acababa de cometer, me jamaqueó más todavía.

Pero para echarle más pimienta a este trauma, la muchacha que lo acompañaba no reaccionó conmocionada ni histérica ante el crimen que había cometido su acompañante. La joven se levantó de la mesa con toda su pasta, le pasó por  encima al cadáver y siguió andando. Un segundo después regresó, a paso de tortuga, buscó su cartera y se volvió a ir.

El vídeito fue repetido varias veces por el programa de televisión, mientras explicaban con lujo de detalles los pormenores de la escena, que honestamente, no necesitaba mucha narración pues los visuales se defendían por sí solos.

Y que quede claro, en esa cafetería no había música y nadie estaba bailando (bueno, la víctima hizo unos movimientos que pudieran confundirse con un baile, pero creo que no cualifica en este género), así que no le pueden echar la culpa ahora al rap, ni al reggaeton, y mucho menos al dichoso perreo.

Estamos viviendo tiempos escalofriantes en que se le ha perdido todo el respeto a la vida y se dispone de ella como si fuera basura. Los jóvenes son los que están siendo blancos de esta ofensiva, se matan entre ellos, sin residuos de cargo de conciencia o remordimiento. Si tropiezas sin querer queriendo con uno de ellos, no esperes que una disculpa te sirva de algo; mejor agáchate o echa a correr porque la bala te va a coger.

“La juventud está perdida” es el cliché que enseguida sale a flote de quien mira, pero no caigamos en esa monotonía pues recuerden que esa cría de hoy es producto de la revolución de los 60 y 70 en la que “todo se podía”.

Mejor aguantemos la bola y pongámonos a analizar, ¿qué es lo que lleva a un chamaco a este estatus mental? ¿Cómo se desarrolla una personalidad tan indiferente? ¿Cuál es la punta de lanza para que un muchacho dispare tan fríamente?

Las drogas, el sexo, y la descomposición social, generalmente se llevan la culpa de este mal, pero no son más que muletillas para esquivar una gran verdad, y es que esta juventud no tiene a quién mirar.

En casa papi y mami nunca están, o si no siempre se están entrando a gasnatá. Los gobernantes cogen de zoquete a la población y tratan de vender la feca de que es por el bien de la nación. Los ídolos se desmoronan como si fueran de arena, caen en redadas o explotan sus líos de faldas, dejando a los chicos sin modelos a seguir en un mundo en el que hasta Superman tiene la espalda esbaratá. Se les deja ver a Rambo aniquilar a una legión, pero se les penaliza por apreciar a una pareja hacer el amor.

Cogen a estudiantes perreando en horas de clase, le caen chinches al comerciante, pero qué pasa con la responsabilidad de la escuela de mantener a los púpilos dentro del salón de clases, y los padres que no supervisan que sus hijos entren a la institución.

Este desmadre no se resuelve echando culpas sino tomando acción en primera persona. Es responsabilidad de todos nosotros luchar para que este barco que está a la deriva retome su curso y pueda llegar a puerto seguro.


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