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lunes, 5 de agosto de 2013

¿Qué tiene de malo ser parte de los Estados Unidos?

Jueves 7 de marzo de 2002

“No hay nada malo en ser parte de los Estados Unidos” dijo Carlos Pesquera, el pasado domingo 3 de marzo de 2002, durante la celebración del 85 aniversario de la ciudadanía estadounidense de los puertorriqueños, y estoy 100% de acuerdo, a pesar de que no simpatizo con él ni con el 99.9% de los políticos cabeza-hueca de Puerto Rico.

Lamentablemente, en esta Isla hay quienes no entienden que querer a Puerto Rico, ser boricua, hablar español y atesorar nuestra cultura e historia,  no hace obligatorio quemar la bandera de las cincuenta estrellas y gritar “Yanqees go home”.

Aquel que despliegue un símbolo de los Estados Unidos, nación que nos ha beneficiado muchísimo más de lo que nos ha perjudicado, es bautizado automáticamente por esas personas como un vende patria, un antiboricua, y si los dejan, le revocan el gentilicio de puertorriqueño.

Esa es la gente que se llena la boca hablando de nuestro idioma, de nuestra cultura, de nuestra bandera, de nuestra historia, y no se atreven a hablar de cómo rayos vamos a comer sin la ayuda de nuestros amigos del norte.

Digo, porque yo no como idioma, ni como cultura, ni como bandera, ni como historia. Yo, al igual que el 100% de todo el que vive en esta Isla, como comida. Esa comida la compro con dinero que consigo trabajando en una empresa que existe gracias a una economía local que está protegida por una superior, la cual, apesar de sus altas y sus bajas, es la más estable y sólida de todo el globo terráqueo.

Es esa protección que nos ofrece ser parte de los Estados Unidos que hizo que Puerto Rico fuera el único país de américa latina que durante el siglo 20 no sufrió dictaduras, gobiernos déspotas, y que ahora, en el siglo 21, marchamos casi solitos entre los que no se mueren de hambre, o que tienen gobiernos democráticos funcionales y en los que la libertad de expresión es irrevocable.

Sí, ya oigo a alguien decir que durante las primeras décadas del siglo 20 los Estados Unidos nos impuso gobernadores militares. También puedo escuchar murmullos de que usaron radiación con Albizu, y ocuparon Vieques y Culebras, y otros de esas muletillas que siempre usan para safarse de la cruz que ellos se niegan a discutir.

Ok. Se han cometido injusticias en algunos casos. Yo no he dicho que los Estados Unidos sea una nación perfecta. No existe tal cosa. Si existiera, pertenecería a las páginas de la Biblia, cerquita del Génesis.

Yo prefiero pensar que cuando ellos llegaron, hallaron a Puerto Rico y sus habitantes en unas condiciones tan precarias que no estabamos aptos para administrarnos y desarrollar una sociedad productiva. Porque gente, los españoles que tanto aquí veneran, dejaron a Borinquen enfermo y destrozado. Con excepción del idioma español y el Morro, no se me ocurre nada de valor que ellos hayan aportado a nuestra existencia. En 100 años que llevamos bajo la bandera americana hemos progresado millones de veces más de lo que avanzamos en los 400 años que estuvimos en manos de los españoles.

Los conquistadores vinieron a América, y por consiguiente a Puerto Rico, a llevarse todo lo que había de valor (en casa a eso le llamamos robar) y a matar indios, e imponer sus creencias por la fuerza. Por el contrario, diferente a lo que se dice por ahí, los Estados Unidos no nos han impuesto nada, claro, excepto ciertas reglas básicas con las que estoy totalmente de acuerdo, pero  seguimos hablando español, seguimos siendo puertorriqueños, tenemos nuestra bandera, tenemos una sociedad civilizada (con todos los pros y contras que la civilización trae, pero eso no es culpa de los americanos), pero más que nada,  tenemos libertad.

Sí, sí, ya se lo que va a decir. No existe la libertad mientras no seamos independientes. Y yo le pregunto, ¿de qué le sirve la libertad a una república si su gente se está muriendo de hambre? Antes de hablar de la independencia, exijo aquí y ahora que me convenzan de que ni un solo boricua va a tener que tirarse en yola a San Tomas a pedir limosna para darle de comer a su familia. Ni uno solo. ¡Y por favor, por lo que más quieran, no me vengan a hablar de Singapur, ni de Malasia, porque ellos están en el otro lado del planeta en circunstancias geográficas totalmente diferentes a la nuestra!  Explíquen cómo vamos a comer dentro de la realidad antillana, centroamericana, y latinoamericana. Los reto.

Sigo dándole vueltas a la cita con la que encabecé y me pregunto: “¿Qué tiene de malo ser parte de Los Estados Unidos?”


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