Jueves 7 de marzo de 2002
“No hay nada malo en ser parte de los Estados
Unidos” dijo Carlos Pesquera, el pasado domingo 3 de marzo de 2002, durante la
celebración del 85 aniversario de la ciudadanía estadounidense de los
puertorriqueños, y estoy 100% de acuerdo, a pesar de que no simpatizo con él ni
con el 99.9% de los políticos cabeza-hueca de Puerto Rico.
Lamentablemente, en esta Isla hay quienes no
entienden que querer a Puerto Rico, ser boricua, hablar español y atesorar
nuestra cultura e historia, no hace
obligatorio quemar la bandera de las cincuenta estrellas y gritar “Yanqees go
home”.
Aquel que despliegue un símbolo de los Estados
Unidos, nación que nos ha beneficiado muchísimo más de lo que nos ha
perjudicado, es bautizado automáticamente por esas personas como un vende
patria, un antiboricua, y si los dejan, le revocan el gentilicio de
puertorriqueño.
Esa es la gente que se llena la boca hablando de
nuestro idioma, de nuestra cultura, de nuestra bandera, de nuestra historia, y
no se atreven a hablar de cómo rayos vamos a comer sin la ayuda de nuestros
amigos del norte.
Digo, porque yo no como idioma, ni como cultura, ni
como bandera, ni como historia. Yo, al igual que el 100% de todo el que vive en
esta Isla, como comida. Esa comida la compro con dinero que consigo trabajando
en una empresa que existe gracias a una economía local que está protegida por
una superior, la cual, apesar de sus altas y sus bajas, es la más estable y
sólida de todo el globo terráqueo.
Es esa protección que nos ofrece ser parte de los
Estados Unidos que hizo que Puerto Rico fuera el único país de américa latina
que durante el siglo 20 no sufrió dictaduras, gobiernos déspotas, y que ahora,
en el siglo 21, marchamos casi solitos entre los que no se mueren de hambre, o
que tienen gobiernos democráticos funcionales y en los que la libertad de
expresión es irrevocable.
Sí, ya oigo a alguien decir que durante las
primeras décadas del siglo 20 los Estados Unidos nos impuso gobernadores
militares. También puedo escuchar murmullos de que usaron radiación con Albizu,
y ocuparon Vieques y Culebras, y otros de esas muletillas que siempre usan para
safarse de la cruz que ellos se niegan a discutir.
Ok. Se han cometido injusticias en algunos casos.
Yo no he dicho que los Estados Unidos sea una nación perfecta. No existe tal
cosa. Si existiera, pertenecería a las páginas de la Biblia, cerquita del
Génesis.
Yo prefiero pensar que cuando ellos llegaron,
hallaron a Puerto Rico y sus habitantes en unas condiciones tan precarias que
no estabamos aptos para administrarnos y desarrollar una sociedad productiva.
Porque gente, los españoles que tanto aquí veneran, dejaron a Borinquen enfermo
y destrozado. Con excepción del idioma español y el Morro, no se me ocurre nada
de valor que ellos hayan aportado a nuestra existencia. En 100 años que
llevamos bajo la bandera americana hemos progresado millones de veces más de lo
que avanzamos en los 400 años que estuvimos en manos de los españoles.
Los conquistadores vinieron a América, y por
consiguiente a Puerto Rico, a llevarse todo lo que había de valor (en casa a
eso le llamamos robar) y a matar indios, e imponer sus creencias por la fuerza.
Por el contrario, diferente a lo que se dice por ahí, los Estados Unidos no nos
han impuesto nada, claro, excepto ciertas reglas básicas con las que estoy
totalmente de acuerdo, pero seguimos
hablando español, seguimos siendo puertorriqueños, tenemos nuestra bandera,
tenemos una sociedad civilizada (con todos los pros y contras que la
civilización trae, pero eso no es culpa de los americanos), pero más que
nada, tenemos libertad.
Sí, sí, ya se lo que va a decir. No existe la
libertad mientras no seamos independientes. Y yo le pregunto, ¿de qué le sirve
la libertad a una república si su gente se está muriendo de hambre? Antes de
hablar de la independencia, exijo aquí y ahora que me convenzan de que ni un
solo boricua va a tener que tirarse en yola a San Tomas a pedir limosna para
darle de comer a su familia. Ni uno solo. ¡Y por favor, por lo que más quieran,
no me vengan a hablar de Singapur, ni de Malasia, porque ellos están en el otro
lado del planeta en circunstancias geográficas totalmente diferentes a la
nuestra! Explíquen cómo vamos a comer
dentro de la realidad antillana, centroamericana, y latinoamericana. Los reto.
Sigo dándole vueltas a la cita con la que encabecé
y me pregunto: “¿Qué tiene de malo ser parte de Los Estados Unidos?”
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