12 de abril de 2000
“ ¡Yo vivo encantada aquí!”, exclama Luz
Biascoechea, de 81 años de edad, a quien todos conocen como Malén y lleva ocho
años viviendo en el Hogar Santa Teresita Hornet, en Cupey. “ Para mí es como
vivir en un hotel. Ellas me limpian el cuarto, me lavan la ropa, me la
planchan, me dan de comer y cuando estoy enferma me cuidan más que una madre al
lado de su hija”.
Doña Malén llegó al hogar por
recomendación de su hermana mayor, Ana Biascoechea, de 88 años, apodada Tuti,
quien vendió su casa y “me deshice de todas las preocupaciones, las cuentas y
los dolores de cabeza, para vivir el resto de mi vida tranquila en el Home”.
Así es como todos los residentes de este
hogar le llaman a su casa, el Home, y
cuando lo pronuncian sus rostros irradian de alegría, ya que para muchos de
ellos el Home significa un lugar en el que son queridos y atendidos con
dignidad y respeto.
A diferencia de Doña Malén y Tuti, la
mayoría de la población del Home son ancianos internados por sus propios hijos
para que no sean una carga más en sus vidas.
“ Me da pena porque se creen que con
pagar las mensualidades están cumpliendo con sus progenitores”, confiesa la
Madre Superiora Carmen con tristeza en sus ojos que demuestran las veces que se
ha topado con estos casos. “ El dinero no lo es todo. Estos ancianos necesitan
sentir que los quieren, que los vengan a ver, que les den amor y la atención
que se merecen”.
La devoción al Señor es la única
motivación que las Monjas que laboran en el Hogar necesitan para tomar en sus
manos las vidas de los cientos de envejecientes que viven bajo su techo. Estas
siervas de Dios dedican todo su tiempo a atender, cuidar y servir las necesidades de esta población de la
tercera edad.
En el Home se admiten tanto hombres como
mujeres sin importar la clase social. El único requisito es estar saludable al
momento de la solicitud. Explica la Madre Superiora que “ es inevitable que se
enfermen y que vayan a vivir al Reino de los Cielos. ¡Es la ley de la vida! Lo
que no aceptamos es que nos quieran tirar a los ancianos ya para morir”.
En esta égida habitan más de 240
envejecientes y sirven 19 Monjas y cuatro Padres, fue fundado en el año 1958
como parte de una cadena de égidas fundadas por la orden de Santa Teresa
Hornet, que incluye el Hogar San José de Mayagüez y Santa Marta de Ponce. La
orden tiene Hogares en numerosos países del mundo entero.
Sor Cecilia, bajita y cariñosa, me
acompañó durante una caminata en la que me mostró las facilidades con las que
cuentan. Lo primero que me impresionó fue la limpieza y la organización de la
planta física.
Luego pasamos por la iglesia, que está
en el centro del edificio, construida en forma de cruz, con el altar en el centro.
Al momento de la visita no había Misa, pero pude ver a los devotos rezando los
Misterios del Rosario.
La estructura es de cuatro pisos de
cemento, pero cada nivel tiene preciosos jardines que son mantenidos por los
mismos ancianos que viven en el Home. “Tenemos jardineros retirados que se
entretienen y disfrutan arreglando los patios”, expresó Sor Cecilia durante el
recorrido.
Llegamos al piso en el que viven los
caballeros, y para mi sorpresa había un grupito jugando dominó. Todos relajaban
demostrando que la edad no les ha apagado sus espíritus juveniles, mientras se
hacían cuentos de experiencias vividas en las guerras en las que participaron.
Algunos pelearon en la Segunda Guerra Mundial, otros a Korea y Vietnam.
La atmósfera en el piso de las damas fue
un poco diferente. A la salida del ascensor está la salita en la que unas siete
señoras pasan todo el día en sus sillas de rueda viendo el canal dos, desde que
comienza la señal, hasta que las mandan a dormir a las nueve de la noche.
Durante el recorrido por este nivel fue
que noté que hay dos clases de habitantes en esta égida, los que se valen por
sí mismos, y los que no. Por ejemplo, doña Malén tiene su carro y sale cuando
quiere visitar a su familia o simplemente a pasear, “ A veces duermo en casa de
mi nieta, que trabaja de noche y cuando no consigue nana yo le cuido al nene”.
Su hermana Tuti cuenta lo mismo.
Pero los residentes que no pueden salir,
o que están incapacitados y necesitan de una atención más dedicada y especial
de las Monjas, están atados a unas normas más estrictas y menos liberales.
Cada piso cuenta con una enfermería y
médicos especializados que se dedican a atender a los ancianos con paciencia y
dedicación. De ser necesario el Médico va hasta el enfermo para hacerle los chequeos
necesarios.
Aquí comienza la alegría
y nace la esperanza, en el Hogar Santa Teresita Hornet, donde los envejecientes
reyes son y lo más importante es el corazón.
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