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lunes, 5 de agosto de 2013

El reino de los ancianos

12 de abril de 2000

        “ ¡Yo vivo encantada aquí!”, exclama Luz Biascoechea, de 81 años de edad, a quien todos conocen como Malén y lleva ocho años viviendo en el Hogar Santa Teresita Hornet, en Cupey. “ Para mí es como vivir en un hotel. Ellas me limpian el cuarto, me lavan la ropa, me la planchan, me dan de comer y cuando estoy enferma me cuidan más que una madre al lado de su hija”.

        Doña Malén llegó al hogar por recomendación de su hermana mayor, Ana Biascoechea, de 88 años, apodada Tuti, quien vendió su casa y “me deshice de todas las preocupaciones, las cuentas y los dolores de cabeza, para vivir el resto de mi vida tranquila en el Home”. 

        Así es como todos los residentes de este hogar le llaman a su casa, el Home, y cuando lo pronuncian sus rostros irradian de alegría, ya que para muchos de ellos el Home significa un lugar en el que son queridos y atendidos con dignidad y respeto.

        A diferencia de Doña Malén y Tuti, la mayoría de la población del Home son ancianos internados por sus propios hijos para que no sean una carga más en sus vidas.

        “ Me da pena porque se creen que con pagar las mensualidades están cumpliendo con sus progenitores”, confiesa la Madre Superiora Carmen con tristeza en sus ojos que demuestran las veces que se ha topado con estos casos. “ El dinero no lo es todo. Estos ancianos necesitan sentir que los quieren, que los vengan a ver, que les den amor y la atención que se merecen”.

        La devoción al Señor es la única motivación que las Monjas que laboran en el Hogar necesitan para tomar en sus manos las vidas de los cientos de envejecientes que viven bajo su techo. Estas siervas de Dios dedican todo su tiempo a atender, cuidar y servir  las necesidades de esta población de la tercera edad.

        En el Home se admiten tanto hombres como mujeres sin importar la clase social. El único requisito es estar saludable al momento de la solicitud. Explica la Madre Superiora que “ es inevitable que se enfermen y que vayan a vivir al Reino de los Cielos. ¡Es la ley de la vida! Lo que no aceptamos es que nos quieran tirar a los ancianos ya para morir”.

        En esta égida habitan más de 240 envejecientes y sirven 19 Monjas y cuatro Padres, fue fundado en el año 1958 como parte de una cadena de égidas fundadas por la orden de Santa Teresa Hornet, que incluye el Hogar San José de Mayagüez y Santa Marta de Ponce. La orden tiene Hogares en numerosos países del mundo entero.

        Sor Cecilia, bajita y cariñosa, me acompañó durante una caminata en la que me mostró las facilidades con las que cuentan. Lo primero que me impresionó fue la limpieza y la organización de la planta física.

        Luego pasamos por la iglesia, que está en el centro del edificio, construida en forma de cruz, con el altar en el centro. Al momento de la visita no había Misa, pero pude ver a los devotos rezando los Misterios del Rosario.

        La estructura es de cuatro pisos de cemento, pero cada nivel tiene preciosos jardines que son mantenidos por los mismos ancianos que viven en el Home. “Tenemos jardineros retirados que se entretienen y disfrutan arreglando los patios”, expresó Sor Cecilia durante el recorrido.

        Llegamos al piso en el que viven los caballeros, y para mi sorpresa había un grupito jugando dominó. Todos relajaban demostrando que la edad no les ha apagado sus espíritus juveniles, mientras se hacían cuentos de experiencias vividas en las guerras en las que participaron. Algunos pelearon en la Segunda Guerra Mundial, otros a Korea y Vietnam.

        La atmósfera en el piso de las damas fue un poco diferente. A la salida del ascensor está la salita en la que unas siete señoras pasan todo el día en sus sillas de rueda viendo el canal dos, desde que comienza la señal, hasta que las mandan a dormir a las nueve de la noche.

        Durante el recorrido por este nivel fue que noté que hay dos clases de habitantes en esta égida, los que se valen por sí mismos, y los que no. Por ejemplo, doña Malén tiene su carro y sale cuando quiere visitar a su familia o simplemente a pasear, “ A veces duermo en casa de mi nieta, que trabaja de noche y cuando no consigue nana yo le cuido al nene”. Su hermana Tuti cuenta lo mismo.

        Pero los residentes que no pueden salir, o que están incapacitados y necesitan de una atención más dedicada y especial de las Monjas, están atados a unas normas más estrictas y menos liberales.

        Cada piso cuenta con una enfermería y médicos especializados que se dedican a atender a los ancianos con paciencia y dedicación. De ser necesario el Médico va hasta el enfermo para hacerle los chequeos necesarios.
   

        Aquí comienza la alegría y nace la esperanza, en el Hogar Santa Teresita Hornet, donde los envejecientes reyes son y lo más importante es el corazón.         

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